En el mes de agosto se cumplió el 50º aniversario del «fin de semana que cambió el mundo», cuando el presidente estadounidense Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro a un precio fijo. Desde el punto de vista monetario, uno de los hechos más relevantes fue el continuo dominio del dólar como vehículo para las transacciones transfronterizas.
Sin embargo, en su momento muchos pensaron que la medida de Nixon disminuiría el papel internacional del dólar. Ya que con la moneda estadounidense fluctuando como cualquier otra, sería demasiado arriesgado para la economía de los bancos, las empresas y los Gobiernos.
La razón por la que esto no ocurrió, es que el dólar mantiene la ventaja de que tus clientes y proveedores también utilicen dólares hace muy difícil que tú puedas recurrir a otras alternativas. Además, las alternativas eran y siguen siendo poco atractivas.
Mundo digital
Por otro lado, algunos indican que la emisión de monedas digitales de bancos centrales (central bank digital currencies, conocidas por sus siglas CBDC), transformará el statu quo. En este nuevo mundo digital, cualquier moneda nacional será tan fácil de utilizar en los pagos transfronterizos como cualquier otra. Lo que no sólo desgastará el dominio del dólar, sino que también reducirá en gran medida los costes de las transacciones.
Sin embargo, esa conclusión es discutible. Por ejemplo, imaginemos que Corea del Sur emite una CBDC «minorista» que los particulares pueden tener en sus carteras digitales y utilizar en sus transacciones. Un exportador colombiano de café a Corea del Sur puede entonces recibir el pago en wones digital.
Pero ese exportador seguirá necesitando convertir esos wones en algo más tangible y útil. Si ese alguien es un banco que haga de contraparte con oficinas o cuentas en Nueva York, y si ese algo es el dólar, entonces estamos justo donde empezamos.
Es así que, el cambio exigiría que los CBDC fueran interoperables. Es decir que, el pagador pediría a su banco una orden de depósito en su moneda. Esa orden se transferiría a un «corredor» internacional, donde podría cambiarse por otra orden de depósito en pesos. Finalmente, la cuenta del beneficiario registraría el ingreso en pesos digitales. Solo así la transacción se completaría sin involucrar al dólar ni a bancos intermediarios.
Por desgracia, las condiciones para que esto funcione son muy exigentes. En primer lugar, los bancos centrales implicados tendrían que acordar un protocolo conjunto y coordinarse para controlar su funcionamiento. Además tendrían que autorizar y regular a los operadores que tuvieran inventarios de divisas y órdenes de depósito para garantizar que el tipo de cambio no varie.
Pero en un mundo con 200 monedas en circulación, los acuerdos de este tipo requieren la firma de miles de acuerdos bilaterales, lo cual es inviable. Asimismo, los protocolos firmados entre países, requerirían normas y acuerdos de gobernanza más elaborados que los de la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional, lo que tampoco es viable.
Las CBDC sin duda se utilizarán en el futuro. Pero actualmente no cambiarán las reglas de los pagos internacionales y tampoco destronarán al dólar. Por lo que seguirá manteniendo su relevancia frente a las divisas digitales.
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